Se acerca el vigésimo aniversario de un partido icónico entre Zaragoza y Espanyol, marcado no solo por el juego en el campo, sino también por un desafortunado evento que resalta la necesidad de combatir el racismo en el deporte. En aquel entonces, el joven portero nigeriano Kameni, apenas con 20 años y recién incorporado al Espanyol, fue blanco de insultos racistas desde las gradas y hasta por parte de los recogepelotas. Este incidente, que fue un duro golpe para él, refleja cómo ciertas actitudes racistas estaban normalizadas en el entorno futbolístico de la época.
El impacto emocional de tales experiencias puede ser devastador, al punto de que Kameni mencionó en una entrevista lo difícil que es para las víctimas manejar estas situaciones, llegando a entender cómo alguien podría sentirse tan abrumado que considerara el suicidio. Este tipo de eventos subraya la importancia de la intervención psicológica y la necesidad de políticas más estrictas en el deporte para garantizar un ambiente respetuoso y seguro para todos.
El fútbol debe ser un espacio de unión y respeto, donde la diversidad se celebre y la discriminación se rechace de plano. Es crucial continuar trabajando para erradicar el racismo y toda forma de discriminación en el deporte y más allá.